EL VIVE CERRANDO CON UN
TOQUE MUY CHEMICAL
AGUILARte ENTERTAINMENT INDIE www.aguilarte.com.mx comenta sobre Un domingo que quedará enmarcado con letras brillantes en el repaso de este año, pues, sin lugar a dudas, quienes acudieron al Foro Corona (adentro del Hipódromo de las Américas), lugar que ofreció una acústica impresionante, presenciaron quizá (es temprano para asegurarlo) el mejor concierto del año.
El dúo inglés de música electrónica, conformado por Tom Rowlands y Ed Simons puso a bailar a los 3,000 afortunados que consiguieron una entrada para el anhelado concierto.
La tormenta comenzó en punto de las 22:00 horas. De lo alto del escenario, colocado en el centro, pendía una estructura tubular de
leds que de acuerdo con el sonido componía una espiral de luces a veces blancas pero también amarillas, rojas y rosas.
El cilindro comenzó emulando una lluvia que asciende desde el centro, donde la banda colocó sus instrumentos en una disposición galáctica que bien podría pasar por una cabina de control de una nave espacial.
Los ingleses entraron en su cabina y abrieron con "Galvanize", "Do It Again" y un remix de "Get Yourself High" con "Horse Power", rolas que pusieron a la banda muy loca. En verdad era difícil no dejarse llevar por ese oleaje de sonido que de golpe nos daban en el rostro quitándonos el aliento.
Sin exagerar, la atmósfera, la calidad del equipo, la imaginación de los productores y de la banda, y la pertinencia del lugar (si bien chico, excepcional)
nos llevaban a un territorio fantástico, muy al estilo de la fascinante película Scott Pilgrim Against The World (2010). En este territorio podíamos ser invencibles y poderosos,
el rock es la gran stamina del espíritu.

Del escenario se desprendía un efecto de rayos láser que bailaba sobre las cabezas del mar de cabellos ya limados por el sudor de las frentes, por el vaho desprendido del suelo convertido en pista de baile. Los cachetes se nos movían como si un monstruo nos lanzara directamente a nuestro rostro su aliento. Era el temblor que producían los bajos de los sintetizadores.
El clímax del concierto, el momento en el que según el ritual se comulga y todos nos convertimos en una misma carne ocurrió cuando la banda hiló tres rolas básicas: "Star Guitar", "3 Little Birdies Down Beats" y, la consentida, "Hey Boy, Hey Girl".
Luego, el dueto interpretó básicamente el mismo set que en su presentación del domingo en el Vive Latino, excepto los últimos 30 minutos, cuando a la vuelta del encore, concluyeron el concierto en un tono más tranquilo y poético acompañado por un espectacular juego de láseres e imágenes.
Estas proyectadas en la pantalla de 12 x 17 metros, durante todo el concierto fueron de un poder poético y metafórico que funcionaban igual si el espectador estaba bajo el influjo de alguna sustancia (en concreto: ácida o pacheca).

El poder de las imágenes se reforzaba en sus lecturas: movimiento, flujo, elementos: tierra, agua, aire, fuego: Siluetas de personas que corren, de una enorme parvada de pájaros que volaban en el cielo, de hierro incandescente, de flashes de cámara; personas con trajes electrónicos, un robot tipo ánime, rostros de niños y de un hombre mayor maquillados como payasitos de circo; uso del 3D en el plano de la pantalla: nos daban un viaje acelerado por el interior de una especie de catedral modelada en tercera dimensión.